miércoles, 1 de marzo de 2023

Rubén Darí­o

 


Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darí­o (Metapa, hoy Ciudad Darío, Matagalpa, 18 de enero de 1867 - León, 6 de febrero de 1916), fue un poeta nicaragüense, máximo representante del modernismo literario en lengua española. Es posiblemente el poeta que ha tenido una mayor y más duradera influencia en la poesía del siglo XX en el ámbito hispánico. Es llamado prí­ncipe de las letras castellanas.

Fue el primer hijo del matrimonio formado por Manuel Garcí­a y Rosa Sarmiento, quienes se habían casado en León el 26 de abril de 1866, tras conseguir las dispensas eclesiásticas necesarias, pues se trataba de primos segundos. Sin embargo, la conducta de Manuel, aficionado en exceso al alcohol y a las prostitutas, hizo que su esposa embarazada abandonara el domicilio conyugal y diera a luz a Rubén en Metapa. Un tiempo después, su madre, conoció a otro hombre y se trasladó a vivir a Honduras.


La infancia de Rubén Darío transcurrió en la ciudad de León, criado por sus tíos abuelos Félix y Bernarda, a quienes consideró en su infancia sus verdaderos padres. Apenas tuvo contacto con su madre, ni con su padre, a quien llamaba "tío Manuel". 

Obra poética: Rimas, 1887. Canto épico a las glorias de Chile, 1887. Poema del otoño y otros poemas, 1910. Canto a la Argentina y otros poemas, 1914.

Prosa: Los raros, 1906. El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical, 1909. Historia de mis libros, 1916. Prosa dispersa, 1919.


A Margarita Debayle

Margarita está linda la mar,
y el viento,
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento:
Margarita, te voy a contar
un cuento:

Esto era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha de día
y un rebaño de elefantes,
un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita, como tú.

Una tarde, la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla
y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
más lo malo es que ella iba
sin permiso de papá.

Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: —«¿Qué te has hecho?
te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho
que encendido se te ve?».

La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
—«Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad».

Y el rey clama: —«¿No te he dicho
que el azul no hay que cortar?.
¡Qué locura!, ¡Qué capricho!...
El Señor se va a enojar».

Y ella dice: —«No hubo intento;
yo me fui no sé por qué.
Por las olas por el viento
fui a la estrella y la corté».

Y el papá dice enojado:
—«Un castigo has de tener:
vuelve al cielo y lo robado
vas ahora a devolver».

La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: —«En mis campiñas
esa rosa le ofrecí;
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí».

Viste el rey pompas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.

César Vallejo; tres poemas, tres épocas. Un paseo por el alma y la palabra de un poeta inolvidable.

Selección de poemas de César Vallejo

















Inventor de palabras, creador de nuevas imágenes que dibujan dolor, muerte, recuerdos, cotidianidad, humanidad creciente… Renovador, modernista, vanguardista, mago de la palabra, rompedor en forma y estilo, capaz de convertir lo sencillo en profundo, este es Cesar Vallejo (1892-1938), uno de los máximos poetas en lengua hispana, que empezó su vida en un pueblo de los Andes peruanos y la terminó 46 años después en París.

Una vida la suya corta en tiempo, pero larga en intensidad: la de un hombre que sintió al hombre y sus penalidades; la de un poeta que absorbió y renovó los estilos.

Así pasó de la superación del Modernismo, en su primer libro, Los heraldos negros (el mismo título lleva el poema elegido), a la ruptura de las formas tradicionales que adjetiva su segundo libro, Trilce, para llegar con una enorme carga de sentimiento a Poemas humanos, su último libro, su gran obra, donde refleja su inquietud y su cercanía al dolor ajeno.

Estos tres poemas son una invitación a sentarse, leer o releer, siempre despacio, a César Vallejo para pensar, percibir, absorber su riqueza interior y acercarnos a lo que él sintió al escribir sus versos.


Los heraldos negros

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!


Trilce LXII

Alfombra
Cuando vayas al cuarto que tú sabes,
entra en él, pero entorna con tiento la mampara
que tánto se entreabre,
cása bien los cerrojos, para que ya no puedan
volverse otras espaldas.

Corteza
Y cuando salgas, di que no tardarás
a llamar al canal que nos separa:
fuertemente cojido de un canto de tu suerte,
te soy inseparable,
y me arrastras de borde de tu alma.

Almohada
Y sólo cuando hayamos muerto ¡quién sabe!
Oh nó. Quién sabe!
entonces nos habremos separado.
Mas si, al cambiar el paso, me tocase a mí
la desconocida bandera, te he de esperar allá;
en la confluencia del soplo y el hueso,
como antaño,
como antaño en la esquina de los novios
ponientes de la tierra.

Y desde allí te seguiré a lo largo
de otros mundos, y siquiera podrán
servirte mis nós musgosos y arrecidos,
para que en ellos poses las rodillas
en las siete caídas de esa cuesta infinita,
y así te duelan menos.


Considerando en frío, imparcialmente

Considerando en frío, imparcialmente,
que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se complace en su pecho colorado;
que lo único que hace es componerse
de días;
que es lóbrego mamífero y se peina…

Considerando
que el hombre procede suavemente del trabajo
y repercute jefe, suena subordinado;
que el diagrama del tiempo
es constante diorama en sus medallas
y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde lejanos tiempos,
su fórmula famélica de masa…

Comprendiendo sin esfuerzo
que el hombre se queda, a veces, pensando,
como queriendo llorar,
y, sujeto a tenderse como objeto,
se hace buen carpintero, suda, mata
y luego canta, almuerza, se abotona…

Considerando también
que el hombre es en verdad un animal
y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza…

Examinando, en fin,
sus encontradas piezas, su retrete,
su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo…

Comprendiendo
que él sabe que le quiero,
que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente…

Considerando sus documentos generales
y mirando con lentes aquel certificado
que prueba que nació muy pequeñito…

le hago una seña,
viene,
y le doy un abrazo, emocionado.

¡Qué más da! Emocionado… Emocionado…

Poemas de la naturaleza de Gabriela Mistral


Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila Godoy Alcayaga (Vicuña, 7 de abril de 1889-Nueva York, 10 de enero de 1957), fue una poetisa, diplomática, profesora y pedagoga chilena. La poesía de Gabriela Mistral procede del modernismo, y radica en la gran belleza de la retórica de Rubén Darío, entre otros, pero con un estilo único y marcado por la sensación latente de orfandad y penas de encontrarse con el mundo, por eso y nada menos, su entrega y belleza poética, su gran valor aportado a la literatura, la hicieron merecedora del premio Nobel de la Literatura en el año 1945.

La infancia y la maternidad son dos de los aspectos más populares de Gabriela Mistral. A los niños, sus derechos o sus temores dedicó hermosas canciones de cuna y rondas. Uno de los eventos que marca su sentida y marcada influencia de orfandad fue el hecho que su padre abandonara el hogar cuando esta tenia 3 años de edad, sin embargo, siempre fue su figura de admiración.

Fue destacada maestra, se desempeñó como figura diplomática en Nueva York, luego de recibir el galardón mas importante de su carrera como escritora, allí muere a causa de problemas cardiacos y diabetes, sin embargo, fue muy firme con su legado, y lego todas sus ganancias en Suramérica a los niños en estado de abandono y pobreza en la localidad de Montegrande en el valle del Elqui.

Caricia

Madre, madre, tú me besas
pero yo te beso más
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar…

Sol del trópico

Sol de los Incas, sol de los Mayas,
maduro sol americano,
sol en que mayas y quichés
reconocieron y adoraron,
y en el que viejos aimaraes
como el ámbar fueron quemados.
Faisán rojo cuando levantas
y cuando medias, faisán blanco,
sol pintador y tatuador
de casta de hombre y de leopardo.

Sol de montañas y de valles,
de los abismos y los llanos,
Rafael de las marchas nuestras,
lebrel de oro de nuestros pasos,
por toda tierra y todo mar
santo y seña de mis hermanos.
Si nos perdemos, que nos busquen
en unos limos abrasados,
donde existe el árbol del pan
y padece el árbol del bálsamo.

Una palabra

Yo tengo una palabra en la garganta
y no la suelto, y no me libro de ella
aunque me empuja su empellón de sangre.
Si la soltase, quema el pasto vivo,
sangra al cordero, hace caer al pájaro.

Tengo que desprenderla de mi lengua,
hallar un agujero de castores
o sepultarla con cal y mortero
porque no guarde como el alma el vuelo.

Raíces

Estoy metida en la noche
de estas raíces amargas
como las pobres medusas
que en el silencio se abrazan
ciegas, iguales y en pie,
como las piedras y las hermanas.

Oyen los vientos, oyen los pinos
y no suben a saber nada.
Cuando las sube la azada
le vuelven al sol la espalda.

Ellas sueñan y hacen los sueños
y a la copa mandan las fábulas.
Pinos felices tienen su noche,
pero las siervas no descansan.
Por eso yo paso mi mano
y mi piedad por sus espaldas.

Pablo Neruda




 Pablo Neruda (1904 - 1973), fue uno de los poetas más importantes del siglo XX. A continuación, se realiza un breve recorrido por algunos de los poemas más populares de su producción, desde sus inicios (1923) hasta sus últimas publicaciones (1970).

En ellos se puede encontrar lo múltiple e infinito de su creación que continuamente se debate entre el vanguardismo y la simpleza, así como entre la desesperanza y el canto a la vida.

"Poema 20" (1924)

Sin duda, este es una de las creaciones más citadas de Veinte poemas de amor y una canción desesperada, la obra más famosa del poeta. Corresponde a sus creaciones de juventud, pues la publicó con sólo 19 años.

Lo central es la reflexión en torno al amor y su pérdida. Es un hombre que se alimenta de sus recuerdos y de la necesidad de la presencia física de la amada, a la que idealiza y transforma en su imaginación.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.

  POEMA 1

   Para mi corazón basta tu pecho,

   para tu libertad bastan mis alas.

   Desde mi boca llegará hasta el cielo

   lo que estaba dormido sobre tu alma.

   Es en ti la ilusión de cada día.

   Llegas como el rocío a las corolas.

   Socavas el horizonte con tu ausencia.

   Eternamente en fuga como la ola.

   He dicho que cantabas en el viento

   como los pinos y como los mástiles.

   Como ellos eres alta y taciturna.

   Y entristeces de pronto, como un viaje.

   Acogedora como un viejo camino.

   Te pueblan ecos y voces nostálgicas.

   Yo desperté y a veces emigran

   y huyen pájaros que dormían en tu alma.

   

AMOR

   Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte

   la leche de los senos como de un manantial,

   por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte

   en la risa de oro y la voz de cristal.

   Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos

   y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,

   porque tu ser pasara sin pena al lado mío

   y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.

   Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría

   amarte, amarte como nadie supo jamás!

   Morir y todavía

   amarte más.

   Y todavía

   amarte más

   y más.

   

SONETO 22

   Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo,

   sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura,

   en regiones contrarias, en un mediodía quemante:

   eras sólo el aroma de los cereales que amo.

   Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa

   en Angola, a la luz de la luna de Junio,

   o eras tú la cintura de aquella guitarra

   que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido.

   Te amé sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria.

   En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato.

   Pero yo ya sabía cómo era. De pronto

   mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida:

   frente a mis ojos estabas, reinándome, y reinas.

   Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.


   POEMA 15

   Me gustas cuando callas porque estás como ausente,

   y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.

   Parece que los ojos se te hubieran volado

   y parece que un beso te cerrara la boca.

   Como todas las cosas están llenas de mi alma

   emerges de las cosas, llena del alma mía.

   Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,

   y te pareces a la palabra melancolía.

   Me gustas cuando callas y estás como distante.

   Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.

   Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:

   Déjame que me calle con el silencio tuyo.

   Déjame que te hable también con tu silencio

   claro como una lámpara, simple como un anillo.

   Eres como la noche, callada y constelada.

   Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

   Me gustas cuando callas porque estás como ausente.

   Distante y dolorosa como si hubieras muerto.

   Una palabra entonces, una sonrisa bastan.

   Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

   tá estrellada y ella no está conmigo.

   Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.

   Mi alma no se contenta con haberla perdido.

   Como para acercarla mi mirada la busca.

   Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

   La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.

   Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

   Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.

   Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

   De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.

   Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

   Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.

   Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

   Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,

   mi alma no se contenta con haberla perdido.

   Aunque éste sea el ultimo dolor que ella me causa,

   y estos sea 

LA POESÍA LATINOAMERICANA, POR ENRIQUE ALCARAZ SEGURA

Eugenio Montejo, Rosario Castellanos, Cintio Vitier, Alejandra Pizarnik, Raúl Zurita, Julia de Burgos, Álvaro Mutis, Gabriela Mistral, Luis Cardoza y Aragón, y Amanda Berenguer, seleccionados por José María García Plata y Ainhoa M. RetenagAntología de poesía latinoamericana. Poemas escogidos (y II) 9




La poesía latinoamericana marcó un nuevo estilo literario nunca antes visto, que retomó los principios europeos para crear una forma de escritura más humana y apegada a las causas políticas y sociales. Esto hizo que todo el mundo pusiera su ojo inquisidor en los grandes poetas latinoamericanos.

Esta nueva corriente poética surgió a principios de los años 1920, al pasar de los años fue tomando una identidad propia que tiene su mayor auge durante los años  1950 donde la forma consolidada de un estilo propio se proyecta en grandes maestros de la literatura.

En Latinoamérica desde la época prehispánica siempre hubo poesía, basta recordar a Netzahualcóyotl, así en todas las culturas, que habitaron América antes de la conquista, se presentan registros de poemas. Si bien no estaba bien escrita, buscaron plasmar de manera increíble sentimientos muy humanos.

Los poetas latinoamericanos tomaron como principal influencia el vanguardismo, con otras nuevas corrientes como el cubismo, el expresionismo y es surrealismo. Pero su principal aportación fue darle un giro a la temática poética, poniendo por delante al humanismo y logrando plasmar en sus textos sentimientos arraigados a la cultura y tradición de cada país y más en general del continente.

Uno de los máximos atractivos de esta nueva corriente, es sin duda, la diversidad del lenguaje. Si bien se sigue una estructura común, cada país tiene sus propios dialectos o variaciones del español, además cada poeta imprime su sello personal, generando así una variedad rica en lenguaje literario.

Otra de las características de la poesía latinoamérica es su compromiso social. Amalia Gieschen, poeta argentina, nos dice: “La función social del poeta es escribir poesía”. En este sentido reafirman que no es necesario mantener un enfoque político-social. Ejemplo de esto son muchos de  los poetas de los cuales nos enamoramos.

Para Mariela Benítez, poeta salvadoreña, “La función social del poeta estriba en la sensibilización de la sociedad, a través de la poesía, generando conciencia que responda a un cambio de actitud de los seres humanos”. Esto generó  que muchos poetas en los tiempos de dictaduras tuvieran que salir de sus países, y en algunos casos fueron asesinados.

Sin duda alguna los poetas latinoamericanos marcaron y siguen marcando una tendencia literaria que se regenera y va a la vanguardia de las ideas. No olvidemos su importancia con los movimientos sociales y su repercusión hacia el público.

La poesía latinoamericana es un tema que se puede abordar desde varias perspectivas. Hay una gran cantidad de representantes de este género literario  y los cuales es necesario revisar, por los aportes dados al quehacer literario, cultural y social.

Antonio Machado

  (Sevilla, 1875 - Collioure, 1939) Poeta español. Aunque influido por el modernismo y el simbolismo, su obra es expresión lírica del ideari...